viernes, 21 de marzo de 2014

En la espalda.



Hace tiempo, había una pareja de casados que tenían un hijo pequeño. Vivían juntos, pero incluso antes del nacimiento del niño la pareja ya pasaba por momentos difíciles. A medida que pasaban los años, la madre y el padre peleaban en cada oportunidad. Sus peleas se volvían más y más frecuentes hasta el punto de considerar el divorcio.

      A fin de cuentas, decidieron seguir juntos por el bien de su hijo, pero sus peleas se volvían más y más violentas, y para cuando su hijo tenía 5 años ya se odiaban por completo el uno al otro.

      Una noche, después que la madre llevó al niño a la cama, se armó un gran pleito que hizo explotar al padre en una furia descontrolada que lo llevó a matar a su mujer.

      Cuando aclaró su mente y se dio cuenta de lo que había hecho, comenzó a pensar sobre lo que haría con el cuerpo. Tomó entonces el cadáver y lo echó en el maletero de su auto. Condujo con rumbo a las montañas, con el camino cubierto en la oscuridad del campo. Al llegar al bosque, sacó el cuerpo del maletero y se lo acomodó en la espalda con los brazos sobre sus hombros. De ese modo llevó el cadáver de su esposa hasta un pantano cercano donde la arrojó y miró como desaparecía entre las profundidades del maloliente fango.

      Llegó a casa cuando el amanecer se veía en el horizonte, a tiempo para tomar un baño. Sin embargo por más que fregaba su cuerpo una y otra vez, no lograba deshacerse del desagradable olor putrefacto del pantano.

      Durmió por un par de horas y despertó. Comenzó a preguntarse qué haría si su hijo preguntaba por su madre, y decidió que si eso sucedía le diría que se había ido por un tiempo a casa de su hermana, como solía hacerlo cuando peleaban. De cualquier manera, desayunaron juntos y él nunca preguntó por su madre para nada. Solo miraba a su padre sin decir una palabra.

      El hombre aún podía oler el hediondo fango del pantano donde arrojó el cuerpo de su esposa. Entonces tomó un aromatizante en aerosol y comenzó a rociarlo por toda la casa, esperando con eso disimular el desagradable olor. Era tan penetrante que lo hacía enfermar.

      Unas horas después el niño miraba la televisión en el salón. El padre comenzó a sentir dolor en el estómago. Cada vez que pasaba por el salón notaba que su hijo lo miraba con curiosidad, haciéndole sentir nervioso y paranoico.

      Empezaba a volverse loco. Tal vez el niño sabía lo que había sucedido, pensó. Quizá  escuchó a su madre mientras la asesinaba. Y si su hijo sabía lo que había hecho, tal vez él debía matarlo también.
Entonces el padre entró al salón donde su hijo miraba la televisión, y le preguntó
--¿Hay algo que quieras preguntarme?
El niño se lo pensó por unos segundos y entonces respondió ‘’Sí’’.
--¿Es algo sobre tu madre? –Preguntó el padre--.
--Sí –dijo el niño--.
--Supongo que te preguntas dónde está tu madre—dijo el padre--.
--No –Respondió el chico--. Lo que me preguntaba es por qué la cara de mamá está tan fea y por qué la has estado llevando en tu espalda todo el día.



 Fuente: Scaryforkids.com